Un día en Gruyères

Aprovechando que volvemos a tener coche y que hacía mejor tiempo, decidimos salir de excursión al pueblo de Gruyères, en el cantón de Friburgo. Está a una hora y media en coche desde Ginebra, y las carreteras son buenas (todo autovía menos la pequeña carretera final de acceso). Una vez allí, hay varios aparcamientos grandes gratuitos (ou yeah), y el pueblito en sí es muy pequeño y peatonal.

 

Gruyères en el mapa

 
La noche anterior estuve viendo qué era lo más significativo para ver en la zona, y según leí, los highlights son:

  • Château de Gruyères 
  • Maison de Gruyères (fábrica de queso)
  • Museo H.R. Giger
  • Museo tibetano
  • Maison Cailler (fábrica de chocolate)

Dado que el horario de todo esto era de 10-17h, con la última entrada en algunos sitios a las 16h, no nos iba a dar tiempo a todo. Como a Maromo no le gusta el queso (!), y el museo del Tíbet no me atraía mucho, decidimos ver el resto.

Primero hicimos una paradiña en la oficina de turismo, que está a la entrada peatonal del pueblo, donde nos dieron la información sobre lo que queríamos visitar, y aproveché para ir al baño en una de esas casetas prefabricadas, como las que vemos en los festivales. Inciso: Los baños en Suiza están muy limpios. Flipo de que siempre haya papel, siempre estén bien… Acostumbrada a los baños de bares o a los de festivales (estos ya, ni te cuento) de España, esto es, sin duda, un minipunto para los Suizos.

Château de Gruyères

Vista del jardín francés

El Castillo está bien conservado y muy enfocado a ser visitado. Primero puedes ver un vídeo que explica la historia del lugar de manera amena (con audioguías en muchos idiomas, incluido español), y luego ya pasas a las dependencias. La visita se hace entretenida y dura aproximadamente una hora y media. El recorrido es lógico, vas pasando de una estancia a otra sin repetir (esto parece obvio, pero en muchos monumentos no es así. Me da tela de coraje visitar un sitio y pasar veinte veces por el mismo punto…), y tiene unas vistas chulísimas del valle que lo rodea.  

Vivir en un fondo de escritorio de Windows es posible aquí

Dentro, me sorprendió una exposición de arte fantástico contemporáneo, las «pintadas» sobre algunas paredes de épocas anteriores, y el escudo del pueblo de Gruyères, que es una grulla! 

Exposición de arte fantástico

 

Una de las obras

 

Pintadas de antaño. Al menos la caligrafía era mona!

 

La grulla, símbolo del escudo de Gruyères

 

Museo H.R. Giger

Al salir del castillo, se me acercó un hombre con su familia, y me dijo: «Parlez-vous Français?», le dije «Un peu», y me dice en español «Pues dame 100 francos», a lo que contesté «Pero español, perfectamente», jajaja. Lo que quería es que les hiciera una foto, pero iba de graciosillo… Ay campeón, cuidado que por estos lares no se sabe de dónde es la gente!

Tras este pequeño inciso, nos dirigimos al museo H.R. Giger… ¿Y quién es este buen hombre? Pues nada menos que el creador de toda la estética de las películas de Alien, y ganador de un Óscar por ello en 1980. Resulta que el señor era de Chur, capital del cantón de los Grisones (Por lo visto Chur en Español es «Coira»), y tras relacionarse con Salvador Dalí y con Alejandro Jodorowsky, entró de la mano de este último en el mundo del cine, diseñando la criatura de Alien a partir de sus diseños de seres fantásticos.

 

A la entrada del museo te esperan estos señores extraños

  

Escultura a la entrada del museo. Parece que tiene frío.

 

El museo en sí es bastante siniestro, las obras son principalmente lienzos muy grandes al aerógrafo, con diseños de tema fantástico-tenebroso. Hay un apartado «no apto para niños», con otras obras de tema más bizarro, que la verdad es que daban bastante grima, jajaja.

Lo que nos moló fue el bar del museo, donde hicimos el tentempié de medio día tomándonos una hamburguesa y una cervecita. Para ser Suiza, no era muy caro (hamburguesa pelá, 9CHF, birra pequeña 4CHF). Había muchos restaurantes turísticos por alrededor, recomendables para tomar fondue o raclette, pero como queríamos algo rápido y no muy caro, nos sirvió. Además aprovechamos para hacer fotos dentro, la estética lo merecía.

El interior del bar

No le faltaba un detalle

Maison Cailler (Fábrica de Chocolate)

Y después del paseíto por Gruyères, nos encaminamos a Broc, a unos diez minutos en coche, donde se encuentra la fábrica de chocolates Cailler, que se fusionó con Nestlé en los años 30. Aquí nos lo pasamos como enanos. La visita incluye un tour que explica la historia de la compañía, cómo se fabrica el chocolate, y te dejan ver una línea de producción de las famosas barritas «Branches Cailler».
 

Aunque haya de varios colores, son todas iguales

 

Me encantan las maquinitas de las fábricas, me quedo embobada:

En el camino te van dando a probar chocolatinas, y con la choco-guía (una audio guía en forma de tableta de chocolate) vas escuchando las explicaciones de cada paso. En el último pasillo, había que coger una chocolatina para que te enseñarán a «catarla». En las instrucciones empezaron a decir: «Coja una chocolatina y ábrala. No se la coma». ERROR. Ya me la había comido! Jajaja, cogí otra y a empezar de nuevo.

Lo mejor de todo: Al final había un stand con todas las variedades de chocolate que tenían y podías coger todo lo que quisieras. Debo decir que no pude probarlos todos, porque me engollipé (palabra andaluza 100%) y ya no me entraba ni un bombón más. Maromo se comió por lo menos 20 bombones, y claro, luego fue con fatiguita a la vuelta.

El paraíso