El Alzheimer del viajero

Últimamente no hay viaje que haga en el que no tenga un micro infarto debido a despistes propios cual viajera del IMSERSO. Mi madre tiene la teoría de que como he viajado tanto y he usado tantos transportes, voy «demasiado» relajada y no en tensión como el que va a un aeropuerto la primera vez, y claro, me despisto y la voy liando. Creo que tiene razón.

Ayer me dejé la maleta de mano en el Mc Donalds de la T4 de Madrid y me di cuenta al lavarme las manos en el baño de la puerta de embarque. Sí señores, lo típico que oyes por megafonía «Se ha encontrado maleta olvidada» y piensas «hay que ser gilipollas, dado además el nivel de paranoia (tristemente justificada) que existe en los aeropuertos, como para que a alguien le pase«. Pues eh! Aquí estoy! (Icono de whatsapp que levanta la mano). Afortunadamente mi carrera-trote cochinero hacia el Mc Donalds (al principio, en sentido contrario, -gracias arquitectos de la t4 por hacerla tan anodina que una no sabe hacia dónde va-), me llevó a encontrar la maleta justo donde la dejé, así que sudando como un pollo, llegué a la puerta de embarque del siguiente vuelo con cara de pocos amigos y oliendo a choto.

Y creo que es bueno que me pare a reflexionar sobre este hecho, realizando el TOP 3 CAGADAS VIAJERAS, rollo los 40 principales, para ir in crescendo hacia la apoteosis final.

En el tercer puesto tenemos el bonito hecho de llegar a Madrid y no poder continuar el viaje hacia Andalucía. Está la vez en que los astros se alinearon y llegué de Suiza con tiempo a coger el último tren, cuando al «embarcar», la chica de RENFE me dijo que mi billete estaba anulado y que hasta luego, morena. By the face. El sentimiento de impotencia fue máximo al ver el AVE de las 21.20 partir hacia Sevilla y a mí con cara de gilipollas sin tener alternativas y sin yo haber anulado nada. Esto no se resolvió aunque puse reclamaciones sin descanso, y debo decir que RENFE me estafó 75€ POR TODO EL JETO. 

  
Intenté alquilar un coche, pero dados los precios desorbitados, jugué la baza de que me aplicaran la tarifa de mi empresa y cuando coló y ya todo parecía resolverse… Tachán! No tenía el carnet de conducir encima y sin presentarlo, niente de coche! Bieeeeeen! (Tras esto, hubo unos 5 minutos en que lloré). Esto se resolvió cogiendo un autobús nocturno que me dejó en Córdoba a las 6 o 7 de la mañana y que fue una auténtica tortura.

En el segundo puesto está la vez en que dejé el coche en el aeropuerto de Ginebra en uno de estos servicios que te lo recogen, se lo llevan a aparcarlo en sus instalaciones (más barato que dejarlo en el parking del aeropuerto), y te lo traen cuando vuelves (lo que en USA llaman valet parking). Eran como las 5AM y mi ritmo circadiano empieza a las 10, si sirve como excusa. Lo genial fue que me dejé el móvil en el asiento del copiloto con todas las tarjetas de embarque. Me di cuenta al subir la escalera hacia el control, y tachán! Adrenalina que corre por mis venas y a correr para que no se hubieran llevado el coche. Llegué ahogada pero no había nadie cerca del coche y yo no tenía la llave. Subí, y resulta que el chico había ido a comprarse un café, vino y menos mal que me acompañó y me lo devolvió. Ohú.

Y por último el top maxi momento de cagadas viajeras fue el día en que llegué al aeropuerto de London City y al pasar el control escaneando el móvil, me dice «acceso no autorizado», miro el billete y… mi vuelo salía de Heathrow, en la otra punta de Londres! (Nota mental: fijarse cuando una compra vuelos low cost y son en aeropuertos distintos de la misma ciudad). Aquí el infarto fue máximo. Tenía una hora y poco para la salida de mi vuelo y era prácticamente imposible que llegara.

 

magnitud de la cagada

 
La chica de la aerolínea simplemente se descojonó de mí y me dijo que ese día ya no había más vuelos a Suiza ni para venderme ni para cambiarme ni nada. Pregunté a un señor muy aburrido de los transportes londinenses si un taxi me salvaría, pero me dijo que sería peor y que lo único que podía intentar era correr en el transporte público. (Todo esto metiendo prisa y en milésimas de minuto). Así que voilà, corrí cual gacela por los metros de Londres con la maleta de mano en la ídem, empujando gente, preparándome en cada cambio de estación para ser la primera, sudando como un luchador de sumo, y llegué al aeropuerto a la hora en que abría el embarque de mi vuelo. Cola de seguridad infinita, así que solo se me ocurrió una cosa: gritar. Es bastante efectivo, la verdad. La gente me veía con la cara colorada, corriendo y sudando, así que dudo de si se apartaban por solidaridad o por simple asco. El caso es que yo, la loca que iba gritando «mi vuelo está saliendo! Por favor, déjenme pasar!» (Pero así en inglés con acento desesperado), llegué a la puerta cuando estaban diciendo «última llamada», y la puerta del finger se cerró detrás de mí. Ohú doble.

La verdad es que simplemente poniendo un poco de atención no la hubiera liado tan parda, pero como paciente de este síndrome que te vuelve gilipollas a medida que pasas más tiempo en aeropuertos, me pondré recordatorios o algo…

Feliz resto de semana, que ya es jueves!

Raquetas de nieve en St-Cergue

Desde que empezó a nevar por estos lares hemos estado deseando pasar un día en la montaña y hacer alguna excursión. Como ni Maromo ni yo esquiamos -y ahora mismo tampoco tenemos mucho interés-, nos propusimos hacer una ruta con raquetas de nieve, y junto a unos amigos, la organizamos para el domingo pasado.

Uno de los lugares más cercanos a Ginebra para estos menesteres es Saint-Cergue, cerca de Nyon, en el cantón de Vaud. Pilla a unos 38km y es accesible en tren y en coche. Como no estaba segura de la necesidad de cadenas y no quería tonteridas antes de matricular el coche, fuimos en tren.

Salimos a las 8:30AM de la estación de Cornavin, en Ginebra, hacia Nyon. Allí es necesario cambiar de tren y coger uno bastante viejo, que sube hasta St-Cergue. En total se tarda una hora desde Ginebra, (y aprox. CHF 40 i/v).

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Importante: No confundir St-Cergue (Suiza) con St-Cergues (Francia)

Siguiendo las indicaciones de una amiga, nos paramos en la estación de St-Cergue para alquilar allí en el pueblo el material de nieve (raquetas y bastones, CHF 25 por día), ya que no estaba segura de si arriba del todo habría un sitio para alquilar (al final sí que vimos un sitio, pero puede que otros días no esté). En principio teníamos pensado hacer la ruta caminando desde St-Cergue hasta La Givrine, y allí dar alguna otra vuelta… pero menos mal que no lo hicimos así.

En cuanto alquilamos el material (Milena Sports, Route de Nyon 1264 St-Cergue), nos dirigimos hacia donde terminaban las pistas de esquí y nos pusimos las raquetas para empezar a caminar. La verdad es que no se veía muchísima nieve, pero como no teníamos ni idea, comenzamos a andar.

Pasó por nuestro lado un señor paseando al perro, que se nos quedó mirando con cara de «¿Aquí os váis a poner las raquetas?», y nos dijo que no había nieve a 100m adelante de donde estábamos, que no merecía la pena. Seguimos un poco sin raquetas, y el señor se volvió y me preguntó que a dónde íbamos. Le dije que a «La Givrine» caminando, y me dijo que era una pena que hiciéramos eso, pues era un camino de casi 4 horas andando y ahora mismo ni había nieve, ni había vistas bonitas ni nada. Me preguntó si teníamos coche o cómo habíamos llegado, y como veía mi cara de póker, se ofreció a llevarnos a La Givrine para comenzar allí nuestra ruta, aunque él tuviera que hacer dos viajes (éramos cinco y él tenía un coche pequeño). Decía que le daba mucha pena que hiciéramos ese camino tan feo, jajajaja. Yo creo que el hombre debía sentirse como si yo me encontrara a cinco guiris en Sevilla buscando la playa.

A mí me pareció una propuesta estupenda, y aunque los demás dudaban un poco, al final nos llevó arriba en 10 minutitos con el coche y… ¡Vaya si merecía la pena! ¡El paisaje era otra cosa allí! Hay que fiarse de los locales…

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El paisaje en La Givrine era totalmente invernal

En La Givrine ya se veía a mucha gente haciendo raquetas y esquí de fondo. La peña con raquetas son esos seres vivos que caminan a paso de Big Foot con algún hundimiento de pie ocasional, y los de esquí de fondo son como más fashion y van con los esquíes por unos raíles previamente preparados en la nieve (y por los que se paga un forfait también, por lo visto).

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No hay que pisar las dos líneas definidas, son propiedad de los esquiadores de fondo (Esta foto es de otro sitio, no hice foto de esto)

Una vez aprendes las diferentes funciones de las raquetas, el paseo se hace más entretenido, según vas encontrando cuestas, zonas con nieve mullida, zonas con nieve dura… para todo ello tienen distintos accesorios. Las botas no las alquilan, pero cualquier bota de montaña de caña media (e impermeable) nos vale para el asunto.

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[Imagen:www.langher.net]

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Esta zona tenía el camino preparado

Es bastante fácil, y aunque las rutas no están muy bien señalizadas, no es complicado dar una vuelta fuera de la pista claramente marcada, para ver un poco el bosque. Estuvimos un par de horas dando vueltas, con algunos episodios de ampollas pieciles y peleas de bolas de nieve, hasta que hicimos una paradiña, fondue incluída, en el Restaurant La Genolière, a 1348m de altura y con una terracita que invitaba a quedarse un rato, porque además salió el sol y estábamos agustísimo, jaja.

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Eso sí, tardaban mil años en traer las cosas y la cuenta, puf!

Después de la fondue y las bebidas reconstituyentes, procedimos a crear nuestro muñeco de nieve oficial de la excursión. Para mí, de hecho, era el primer muñeco de nieve de mi vida. Le pusimos mis gafas de sol y todo, y allí nos parecía bastante entrañable… aunque viendo ahora las fotos, se torna un tanto siniestro.

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El muñeco de nieve diabólico

Se notó bastante que soy de playa, porque empecé a hacer el muñeco amontonando nieve, como si fuera la arena, ignorando que hay que hacer la bola rodando la nieve hasta que va cogiendo forma porque se le va pegando más nieve. A todo se aprende…

Dimos un rodeo más a la vuelta, disfrutando del paisaje, y ya muertos, cogimos de nuevo el transporte hacia Ginebra, donde lo máximo que fui capaz de hacer fue ducharme… y dormir!

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Es una excursión que nos gustó mucho, y de hecho Maromo está pensando en comprar raquetas. Realmente, si compras unas raquetas de 50 CHF las amortizas en dos excursiones, y en Navidad vi una oferta en ALDI donde las vendían por ese precio. Al final nos aficionamos a la nieve y todo!

Un día en Gruyères

Aprovechando que volvemos a tener coche y que hacía mejor tiempo, decidimos salir de excursión al pueblo de Gruyères, en el cantón de Friburgo. Está a una hora y media en coche desde Ginebra, y las carreteras son buenas (todo autovía menos la pequeña carretera final de acceso). Una vez allí, hay varios aparcamientos grandes gratuitos (ou yeah), y el pueblito en sí es muy pequeño y peatonal.

 

Gruyères en el mapa

 
La noche anterior estuve viendo qué era lo más significativo para ver en la zona, y según leí, los highlights son:

  • Château de Gruyères 
  • Maison de Gruyères (fábrica de queso)
  • Museo H.R. Giger
  • Museo tibetano
  • Maison Cailler (fábrica de chocolate)

Dado que el horario de todo esto era de 10-17h, con la última entrada en algunos sitios a las 16h, no nos iba a dar tiempo a todo. Como a Maromo no le gusta el queso (!), y el museo del Tíbet no me atraía mucho, decidimos ver el resto.

Primero hicimos una paradiña en la oficina de turismo, que está a la entrada peatonal del pueblo, donde nos dieron la información sobre lo que queríamos visitar, y aproveché para ir al baño en una de esas casetas prefabricadas, como las que vemos en los festivales. Inciso: Los baños en Suiza están muy limpios. Flipo de que siempre haya papel, siempre estén bien… Acostumbrada a los baños de bares o a los de festivales (estos ya, ni te cuento) de España, esto es, sin duda, un minipunto para los Suizos.

Château de Gruyères

Vista del jardín francés

El Castillo está bien conservado y muy enfocado a ser visitado. Primero puedes ver un vídeo que explica la historia del lugar de manera amena (con audioguías en muchos idiomas, incluido español), y luego ya pasas a las dependencias. La visita se hace entretenida y dura aproximadamente una hora y media. El recorrido es lógico, vas pasando de una estancia a otra sin repetir (esto parece obvio, pero en muchos monumentos no es así. Me da tela de coraje visitar un sitio y pasar veinte veces por el mismo punto…), y tiene unas vistas chulísimas del valle que lo rodea.  

Vivir en un fondo de escritorio de Windows es posible aquí

Dentro, me sorprendió una exposición de arte fantástico contemporáneo, las «pintadas» sobre algunas paredes de épocas anteriores, y el escudo del pueblo de Gruyères, que es una grulla! 

Exposición de arte fantástico

 

Una de las obras

 

Pintadas de antaño. Al menos la caligrafía era mona!

 

La grulla, símbolo del escudo de Gruyères

 

Museo H.R. Giger

Al salir del castillo, se me acercó un hombre con su familia, y me dijo: «Parlez-vous Français?», le dije «Un peu», y me dice en español «Pues dame 100 francos», a lo que contesté «Pero español, perfectamente», jajaja. Lo que quería es que les hiciera una foto, pero iba de graciosillo… Ay campeón, cuidado que por estos lares no se sabe de dónde es la gente!

Tras este pequeño inciso, nos dirigimos al museo H.R. Giger… ¿Y quién es este buen hombre? Pues nada menos que el creador de toda la estética de las películas de Alien, y ganador de un Óscar por ello en 1980. Resulta que el señor era de Chur, capital del cantón de los Grisones (Por lo visto Chur en Español es «Coira»), y tras relacionarse con Salvador Dalí y con Alejandro Jodorowsky, entró de la mano de este último en el mundo del cine, diseñando la criatura de Alien a partir de sus diseños de seres fantásticos.

 

A la entrada del museo te esperan estos señores extraños

  

Escultura a la entrada del museo. Parece que tiene frío.

 

El museo en sí es bastante siniestro, las obras son principalmente lienzos muy grandes al aerógrafo, con diseños de tema fantástico-tenebroso. Hay un apartado «no apto para niños», con otras obras de tema más bizarro, que la verdad es que daban bastante grima, jajaja.

Lo que nos moló fue el bar del museo, donde hicimos el tentempié de medio día tomándonos una hamburguesa y una cervecita. Para ser Suiza, no era muy caro (hamburguesa pelá, 9CHF, birra pequeña 4CHF). Había muchos restaurantes turísticos por alrededor, recomendables para tomar fondue o raclette, pero como queríamos algo rápido y no muy caro, nos sirvió. Además aprovechamos para hacer fotos dentro, la estética lo merecía.

El interior del bar

No le faltaba un detalle

Maison Cailler (Fábrica de Chocolate)

Y después del paseíto por Gruyères, nos encaminamos a Broc, a unos diez minutos en coche, donde se encuentra la fábrica de chocolates Cailler, que se fusionó con Nestlé en los años 30. Aquí nos lo pasamos como enanos. La visita incluye un tour que explica la historia de la compañía, cómo se fabrica el chocolate, y te dejan ver una línea de producción de las famosas barritas «Branches Cailler».
 

Aunque haya de varios colores, son todas iguales

 

Me encantan las maquinitas de las fábricas, me quedo embobada:

En el camino te van dando a probar chocolatinas, y con la choco-guía (una audio guía en forma de tableta de chocolate) vas escuchando las explicaciones de cada paso. En el último pasillo, había que coger una chocolatina para que te enseñarán a «catarla». En las instrucciones empezaron a decir: «Coja una chocolatina y ábrala. No se la coma». ERROR. Ya me la había comido! Jajaja, cogí otra y a empezar de nuevo.

Lo mejor de todo: Al final había un stand con todas las variedades de chocolate que tenían y podías coger todo lo que quisieras. Debo decir que no pude probarlos todos, porque me engollipé (palabra andaluza 100%) y ya no me entraba ni un bombón más. Maromo se comió por lo menos 20 bombones, y claro, luego fue con fatiguita a la vuelta.

El paraíso

Lausanne y el Museo Olímpico

Por trabajo he estado muchas veces en Lausanne y conozco un poco el centro de la ciudad, pero no había podido ir nunca al Museo Olímpico. El sábado fue una buena ocasión para hacer la excursión.

Tener el coche en Suiza es un arma de doble filo: Como el tren es tan caro, se ahorra bastante yendo en coche, pero luego pueden pegarte un sablazo por aparcar si no eres un poco espabilado. Hice mis investigaciones, y en esta época del año, la zona cercana a Bellerive Plage tiene varias opciones de aparcamiento: Día entero por 8CHF, o si tienes suerte y encuentras hueco en la zona azul, gratis, que fue nuestro caso 🙂 Luego coges el bus nº2 y ya estás al lado de la zona olímpica.

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Aparcamientos de Bellerive Plage

Debo decir que quedé gratamente sorprendida por el museo. He ido a muchísimos museos en mi vida, y cada vez me apetece menos ese tipo de turismo y prefiero simplemente deambular por las calles, o ver algo de naturaleza. No me esperaba gran cosa y lo cierto es que la visita me encantó.

Museo Olímpico

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El museo olímpico está al borde del Lago Léman, en el barrio de Ouchy. El centro de Lausanne está algo más al norte y en alto (Vaya desniveles que tiene la ciudad, Ginebra es mucho más plana!). La entrada cuesta 18CHF del ala por persona.

El museo se sitúa dentro del parque del mismo nombre, y se accede desde el sur (pegado al lago, subiendo una escalinata) o desde el norte, más en alto, que es por donde más tarde salimos hacia Lausanne.

En los jardines hay cosas curiosas que ver, como una mini pista de atletismo interactiva, donde puedes empezar a correr y unas luces indican en paralelo el tiempo de Usain Bolt. Te pega un pasote nada más salir. También se puede ver la llama olímpica, justo antes de entrar.

Una vez dentro, la exposición se divide en 3 niveles:

El mundo olímpico: Historia de los juegos olímpicos de la antigua Grecia, y del movimiento olímpico del siglo XIX, liderado por Pierre de Coubertin, con el que se dio lugar a los JJ.OO. de la era moderna. Hay una parte sobre las ceremonias de apertura y clausura de los juegos que me gustó mucho, se ven trajes de diferentes delegaciones, todas las antorchas olímpicas y los recorridos que hicieron, etc.

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Flipa con este traje que llevaban en la ceremonia de apertura de los juegos de invierno de Turín. Tiene una montaña con pueblo y todo!

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Algunas de las antorchas olímpicas

Los Juegos Olímpicos: Cómo funcionan, (invierno, verano, paralímpicos, etc). Los deportes que han formado parte de las distintas ediciones, y luego una parte curiosa donde se ven por épocas, equipaciones o indumentarias de deportistas olímpicos.

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El bañador de Eric Moussambani, que compitió en Sydney 2000 por Guinea Ecuatorial. Tiene el récord al nadador más lento del mundo, y es que aprendió a nadar algunos meses antes de los Juegos y de hecho, nunca había visto una piscina de 50m antes de la prueba...

El espíritu olímpico: Esta parte habla más de los deportistas en sí, de la villa olímpica, de cómo deben prepararse para competir, y una zona con entrevistas a deportistas olímpicos de varias épocas. Estuve escuchando una entrevista a Michael Phelps, y otra de un triatleta Costarricense, después de llegar a los Juegos, tuvo un accidente al principio de la prueba de bici y quedó el 48 cuando iba con el objetivo de ser top 15 😦

También hay zona interactiva donde se muestran material deportivo, donde puedes ponerte a prueba en habilidades que necesitan los deportistas: equilibrio, coordinación, etc.

Por último arriba hay un restaurante -caro, claro está- con una zona para juegos de niños bastante chula, y vistas al lago.

Estuvimos unas 3 horas en el museo, y bastante entretenidos. A mí me gustó el contenido y sobre todo la manera de mostrarlo (muchos paneles interactivos, unos recorridos fluidos que hacen todo muy ameno, grabaciones en vídeo, etc.) y la forma en que estaba estructurado. Merece la pena!

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Contrastes Chinos

Shanghai

Es casi imposible captar la esencia de un lugar nuevo en apenas unos pocos días, pero, desde luego, unos días en China te enseñan más que cuarenta mil vídeos o películas sobre aquellos lares. Si los usamericanos y los españoles somos diferentes… lo de los chinos es otro rollo. Simplemente deben tener la cabeza amueblada de otra forma, y no lo digo en broma: dicen que los niños chinos son de los que más tardan en hablar, por la complejidad del idioma. Entre otros aspectos, el chino tiene 5 «tonos», y según se pronuncie una sílaba de una manera o de otra, puede significar cosas muy dispares.

Al quinto día en Shanghai no me sorprendía ya el escuchar a gente continuamente escupiendo en la calle. Algo debe obstruirles la garganta a los chinos del sexo masculino, de tal manera que se ven obligados a proferir esputos  a diestro y siniestro y sin ninguna contemplación.

Un chino nunca te dirá «no», porque es algo demasiado rotundo y para ellos, ofensivo. Te dirá a todo que sí, y luego hará lo que le de la gana. Si en España las colas de gente (para el metro, para entrar a cualquier sitio) se suelen convertir en mogollones informes que van avanzando mediante presión, en China van un paso más allá: Se te colará todo el mundo en un abrir y cerrar de ojos. En todas partes. Te quitarán el taxi si no espabilas. And so on. Es divertido luchar con una abuela de metro y medio por un taxi y que acabe ganando, pero luego cuando te tiras otros 15 minutos esperando que pase uno, ya no hace tanta gracia.

2013-03-29-China-924A veces todo te parece bastante occidentalizado, como mirando el skyline de alguna de las grandes ciudades (arriba el de Shanghai), pero en cuanto vuelves a presenciar alguna chinorrada, aterrizas de nuevo en el mundo real.

Me he reído mil veces pensando qué harían mi madre o mi abuela en muchos de los sitios en los que he estado comiendo. Si saldrían directamente despedidas hacia el aeropuerto más cercano, pasando antes por Mc Donalds, o si serían capaces de hacer tripas corazón e intentar tomarse una sopa servida en semejante cacharro.

2013-03-31-China-1083No pude ni acabarme la mitad de semejante alimento (llevaba carne y pescado, además de unos noodles transparentes, y sabía a rayos), pero menos mal que los dumplins (una especie de empanadillas que pueden ser cocidas o fritas, rellenas de carne o verdura) que pedimos en esa ocasión me salvaron la comida.

Nada tan interesante como pedir lo que en la carta aparecía como «Chicken», y recibir una especie de rollos, que eran en realidad piel de pollo enrollada.

rollos_polloGastronómicamente, desde luego, no me han ganado. Si me ganan los chinos es más bien por otras cosas. Los paisajes y la arquitectura tradicional me gustaron mucho. Me hubiera tirado horas haciendo fotos en el Lago del Oeste de Hangzhou o en los jardines Yuan de Shanghai, pero una no siempre puede tirarse las horas muertas cuando va con más gente. Aún así, pude captar bastantes instantáneas.

Templo West Lake

Templo Yuan Gardens

La vida de los compañeros del trabajo que tenemos en China, a los cuales fui a visitar y me acogieron en este viaje, es muy diferente a los que vivimos en el mundo «occidental». No pueden integrarse apenas con la gente, porque aún los que saben algo más de chino me contaban que la barrera cultural es tan grande, que es complicado aspirar a hacer amigos chinos. Así que se conforman con otros expatriados, ya sea españoles o de otros lugares.

Los que triunfan sin remedio son los tíos con ganas de marcha; las chinas entre 18 y 30 años están deseando pillar a un occidental como sea, así que los chicos occidentales, salvo que sean Marianico el Corto (y aún así), se hartan de ligar con chinas. Incluso aunque, a priori, no se sientan atraídos por ellas. Llaman la fiebre amarilla al hecho de que pasa un tiempo y ya les hace gracia alguna china, y cuando pasa más, les gustan todas. No pasa lo mismo con las chicas -al menos con las que he conocido allí-. Los chinos no les gustan nada, y ellos tampoco están muy por la labor de pegar la hebra con una occidental.

La presión social por casarse y formar una familia es mayor que la que tenemos en occidente, y eso se refleja claramente en el mercado de solteros de People’s Square (Shanghai). Los padres de gente soltera se dirigen a este mercado, que, a modo de meetic analógico, muestra fichas de solteros potenciales con su nombre, edad, peso, sueldo, etc., y son los padres los que cogen contactos potenciales para sus retoños.

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En fin, muchos, muchos contrastes y diferencias… normal, están al otro lado del mundo!

¿Quién me hubiera dicho que iría a China hace un año? Desde luego, la vida es una locura…

More to come 😉